El mundo de un niño negro comienza mucho antes de la concepción. Sus padres son portadores de una historia de vulnerabilidad social, en la que sus generaciones anteriores, sus antepasados, siempre han sido desposeídos y apartados del poder económico. Por su historia, que siempre les ha sido desfavorable, en la que repetidamente se hace referencia a la esclavitud, al comercio transatlántico de africanos, a la historia de personas esclavizadas sin derechos básicos de ciudadanía.
Los negros contemporáneos arrastran esta pesada carga atávica, en la que el violador ostenta los laureles de la victoria y los vilipendiados son marcados y sufren persecuciones de todo tipo, siendo invisibilizados y marginados por el sistema colonial eurocéntrico.
El período colonial brasileño tiene una mancha que nunca podrá ser eliminada de su proceso de formación. La vergüenza de un proyecto de nación basado en la esclavitud, que fue el principal motor de la persona del pueblo brasileño.
La simple condición de "strumento vocale", es decir, "objeto que habla", a la que se refería el derecho romano, condición que recibió un impulso tras la aquiescencia de la iglesia católica, que emitió una bula papal justificando este estado de naturaleza de los negros. Esta perversidad despojó a los africanos esclavizados de su propia alma, su condición fundamental de seres humanos, así como de todas las posibilidades de progreso social y económico en el Nuevo Mundo.
Tras más de 350 años de esclavizar a millones de africanos y afrobrasileños, perpetrando uno de los mayores genocidios de la historia mundial, la población negra vio en el paso de la esclavitud a la libertad un gesto de aquiescencia colonial. La firma de la Ley Dorada, el 13 de mayo de 1888, fue motivo de gran alegría, cuando por fin se escuchó el grito de libertad. Un gesto de alivio al final de la desesperación, seguido de una gran alegría, basada en la nueva realidad que traía consigo un enorme sueño lleno de esperanza.
El despertar del sueño dio paso a una dura realidad, que mostraba que con el fin del proceso de esclavitud, la población negra recién liberada no recibiría ningún tipo de atención o reparación por parte del estado brasileño. Fueron arrojados a las cunetas de las calles de las ciudades y a los retretes de las grutas rurales, sin trabajo, comida ni esperanza.
El proceso de abolición de la esclavitud provocó una herida brutal en el proceso social brasileño. La población negra recién liberada pasó de la degradación humana de los barrios de esclavos a la degradación social de la favela. A partir de ese momento, se creó el mayor proceso de exclusión jamás conocido en la historia de este país, el inhumano apartheid brasileño posterior a la abolición. Tal vez el peor apartheid de todos, porque sin apartheid visible, apartheid silencioso, convenciendo a los negros abandonados y a los blancos acomodados de que el racismo nunca existió en Brasil, de que todos eran iguales, de que el discurso que promovía la igualdad de la raza negra era erróneo, porque sólo existe una raza, la raza humana. A partir de entonces, bajo la mirada cómplice de la joven república, los negros fueron naturalizados como ciudadanos libres en un Brasil donde reinaba la democracia racial.
La imbécil república brasileña empezó entonces a naturalizar el racismo, creando una nación desigual, donde los ríos de la desesperanza y la desigualdad fluían bajo los puentes de la desigualdad. Como los negros buscaban cada vez más formas de sobrevivir, empezaron a especializarse en la prestación de servicios mal pagados y, a falta de otras oportunidades laborales, como empleados domésticos.
La falta de trabajo, el alto nivel de analfabetismo y la ausencia de condiciones de calidad de vida adecuadas para la población negra recién liberada condujeron a lo que tal vez fue el mayor movimiento de aburguesamiento por motivos raciales de la historia de la república. Los efectos de este movimiento histórico aún se dejan sentir hoy en día y, de un modo u otro, repercuten directamente en la vida cotidiana de nuestra sociedad. La población negra, carente de recursos económicos para instalarse adecuadamente en los grandes centros, pasó a ocupar diversas zonas en la periferia de las ciudades o en las laderas de las colinas, especialmente en la ciudad de Río de Janeiro.
Cuando se instalan en estos territorios degradados, abandonados por el gobierno, empiezan a vivir en chabolas sin estructuras mínimas de vivienda, sin saneamiento básico y en condiciones mínimas de dignidad. Estos territorios, abandonados por el gobierno, siguen estando degradados medioambientalmente y discriminados socialmente. En estos territorios, el Estado sólo suele aparecer con la policía, que lleva a cabo diariamente acciones violentas y peligrosas, exponiendo a la población local a grandes riesgos para su integridad personal o cometiendo el instituto de la necropolítica, que es la eliminación física de los ciudadanos bajo el consentimiento de la ley.
Cuando firmó la Ley Dorada que puso fin a la esclavitud en Brasil, el gobierno brasileño debería haber planificado un conjunto de programas que pusieran en marcha diversos proyectos para la inclusión de la población negra recién liberada. Lo primero que debería haberse era incluir los costes de estos proyectos en el presupuesto público. Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, cuando las instituciones brasileñas han organizado el presupuesto público, éste se ha orientado exclusivamente a la promoción de la burguesía. Los pobres no están debidamente incluidos en el presupuesto público, en la medida en que el presupuesto es elaborado por el gobierno y aprobado por el Congreso Nacional, ambos sectores dominados y ocupados por la élite nacional blanca, que siempre ha sido conservadora, reaccionaria y exclusivista.
El presupuesto público determina cómo, cuánto y cuándo se gasta el dinero público. Si hay una fuerte inversión en educación, el país producirá un pueblo culto, creativo, inteligente, soberano y consciente. De lo contrario, tendrá un pueblo con dificultades cognitivas, sin acceso al conocimiento y a la enseñanza académica. En este sentido, si se le niegan las herramientas básicas para interpretar a la ciudadanía, puede ser fácilmente manipulado por gobernantes malintencionados y corruptos, que construyen sus corrales electorales a través de informaciones falsas e insidiosas llamadas "fake news", que se disfrazan de comunicación oficial. Con la capilarización de esta información distorsionada, los políticos aumentan la ignorancia popular y su sed de poder.
Cuando un país no invierte mucho en educación, sin duda tendrá que soportar un alto coste en el futuro con sus programas sociales, su seguridad y su sistema penitenciario. El resultado será una generación privada de oportunidades de ascenso social, que se convertirá en el contingente perverso y sufriente del ejército laboral de reserva. La falta de oportunidades en el mercado laboral también conduce a un aumento de la delincuencia, una condición que ha convertido a Brasil en el tercer país del mundo con mayor población carcelaria. Esta infame condición social tiene índices vergonzosos y preocupantes.
El Censo del IBGE de 2019 muestra que la raza negra representa el 52% del componente demográfico de la población brasileña. Sin embargo, en la población reclusa, según el XIV Anuario Brasileño de Seguridad Pública, la población negra representa el 71% de todos los reclusos del país. Por lo tanto, podemos darnos cuenta sin demasiado esfuerzo de que las prisiones están construidas para los negros. Al igual que las escuelas públicas, que son saqueadas y cuyo funcionamiento se ve comprometido por la violencia local cotidiana, los bajos salarios y las malas condiciones de trabajo de los profesores y demás trabajadores de la comunidad escolar.
La madre negra de un niño negro periférico no tiene medios económicos para contratar un plan de salud que garantice la comodidad, tranquilidad y rapidez de los hospitales que ofrece la red privada. La red privada siempre ha ofrece la tranquilidad de profesionales, equipos y procedimientos como cirugías, consultas y exámenes, todos realizados de forma profesional, a tiempo y con excelentes resultados en general. El embarazo de una mujer negra de la periferia será controlado en hospitales públicos, empobrecidos, generalmente carentes de profesionales a disposición de la población, sin medicamentos gratuitos y con instalaciones en pésimo estado de conservación en términos arquitectónicos y de equipamiento. Estas unidades no reciben el mantenimiento necesario, lo que ofrece graves riesgos a las parturientas, como adquirir una infección hospitalaria grave. Las mujeres negras también sufren un acoso silencioso durante el embarazo, que sólo recientemente ha salido a la luz: la violencia obstétrica. A pesar de todos los obstáculos que presenta la vida en el vientre materno, el niño negro viene al mundo y produce una burbuja de amor y afecto en el seno de la familia. Ese niño es portador de una esperanza renovada para sus padres, su familia y su comunidad. Cada niño negro nacido en territorios negros es un faro de esperanza en un mundo mejor. Sin embargo, de acuerdo con la inexorable velocidad del reloj de arena del tiempo, su mundo empieza a parecer diferente, porque sobre su cuna hay un juego tradicional, pero este juego tradicional trae ángeles en móviles, pero no hay móviles con angelitos negros. Así que, incluso en la cuna del bebé, el mundo cruel del racismo, del eurocentrismo, acoge a ese niño. No podrá reconocerse desde la cuna con angelitos blancos en el móvil. Con almohadas y sábanas con símbolos lúdicos de personajes blancos, eurocéntricos, construyendo en su tenue y curiosa personalidad un mundo blanco donde debe vivir y aceptar su no representatividad como ser humano perteneciente a esa sociedad, a ese territorio.
Ese niño negro crecerá feliz, porque en su inocencia no se da cuenta de que su mundo real estará siempre precedido por un mundo invisible, que lo mantendrá cautivo en un campo de contención indetectable durante la mayor parte de su vida. Sin embargo, en sus primeros años, este campo será tan sutil, delicado y tradicionalmente aceptado que para ella es el mundo real en el que está inserta y en el que debe vivir.
Sin las referencias tradicionales de su etnia, los niños crecen absorbiendo la cultura eurocéntrica, cuando la palabra correcta debería ser aceptando la cultura que se les impone. De hecho, este es el mundo invisible, un mundo oscuro y cruel que socava silenciosamente su autoestima, donde sus vidas son lentamente masacradas desde el nacimiento hasta la muerte.
Ese niño negro se está desarrollando intelectualmente de forma normal, viviendo la realidad de otros niños negros que son inexorablemente bombardeados a diario por el capitalismo blanco que no tiene corazón. El capitalismo tiene en su génesis la codicia de la dominación, del control social y del mantenimiento del poder político y económico. El sistema no piensa en cambiar su brío ontológico de control imperial ni, menos aún, incluir el componente negro en sus espacios y productos de difusión y comercialización. El capitalismo incentiva el consumo de productos y servicios eurocéntricos en sus poderosos medios de comunicación como la radio, el cine, la TV, Internet y otros medios, garantizando el mantenimiento de la matriz étnica eurocéntrica, aunque no sea predominante en esos territorios.
Las organizaciones del Movimiento Negro fomentan la producción de productos y servicios con una referencia étnica negra. Algunas instituciones, como Abayomi, producen muñecas negras, una excelente alternativa que puede contribuir a reforzar la autoestima de las niñas negras. La literatura infantil afro-referenciada ha producido mucho material, como libros, folletos y juegos, centrados en personajes negros.
A partir de cierto momento de su desarrollo, el niño negro empieza a participar en la vida cultural de la comunidad, y el mundo invisible permanece a su alrededor, constante y perenne. Una vez dejadas atrás las asimetrías de los angelitos negros, vuelven a enfrentarse al mismo problema, sólo que parece que los angelitos blancos han crecido y se han convertido en santos adultos a los que se venera en las iglesias de la comunidad. El niño se enfrenta entonces a la estimulante realidad de que los santos son blancos y que Jesucristo, aunque nació en Oriente, es representado como rubio con ojos azules y que el Dios omnipotente es blanco con barbas blancas. En las clases de formación religiosa de los domingos por la mañana en las iglesias, no se hace referencia a personas negras en su ascendencia. Le presentan a un Dios blanco que castiga, flotando entre las nubes con largos cabellos blancos y barbas blancas, rodeado de angelitos blancos con alas blancas. Para ese niño negro, lo sagrado, la santidad, es una deferencia, un espacio preferente que Dios ha elegido para los blancos, porque están destinados al cielo y a la presencia eterna de Dios, Jesús y María. Los blancos serán perdonados de sus pecados y podrán ascender tranquilamente al reino de los cielos.
El desarrollo de ese niño negro será un corolario de inconformismo y sufrimiento en un país de matriz multirracial. En los libros de cuentos, ella non o encontrarás ningún rey, reina, príncipe o princesa negros. Aprenderás que la bondad, la generosidad y la realización espiritual se encuentran en los valores caucásicos.
El niño negro está creciendo y es hora de empezar la escuela. Es un momento de gran alegría y expectación para ellos y toda su familia. En su pura ingenuidad, no son conscientes del mundo invisible que les espera con todas sus salvaguardias eurocéntricas. Su entrada en el mundo real suele ser a través del choque social de las escuelas públicas, donde los profesionales luchan valientemente por ofrecer una educación de calidad que permita a ese niño competir en igualdad de condiciones con las costosas escuelas públicas de la burguesía blanca. Ese niño está bajo la coordinación cognitiva del mundo invisible, donde se le dice que con su esfuerzo y dedicación podrá cumplir todos sus sueños, lo único que tiene que hacer es comprometerse a aprender en el entorno académico. El niño emprende feliz un viaje que invariablemente le será adverso durante la mayor parte de su vida.
A partir de ese momento, comenzará la lucha titánica entre el mundo invisible y el mundo visible. El mundo invisible, en su más pura perversidad, le mostrará un panorama maravilloso que podrá conquistar si tiene disciplina y obediencia a los valores impuestos por la sociedad eurocéntrica. Es como esa imagen del burro con un palo atado al cuello y una zanahoria en la punta del palo delante de él. El burro camina eternamente intentando alcanzar la zanahoria, pero nunca lo consigue.
Ese niño negro pasará gran parte de su vida buscando la zanahoria dorada de sus sueños sin poder conseguirla nunca, porque el premio a una educación de calidad reconocida por el mercado profesional sólo se ofrece a los niños blancos de la élite y la clase media. Nacen con ventaja competitiva en una amplia gama de ámbitos, como la nutrición, un entorno familiar moderado, viviendas espaciosas en barrios organizados, con seguridad y acordes con sus necesidades. También tienen una excelente estructura familiar, acceso a equipos de comunicación eficaces, acceso a la cultura y a los bienes materiales.
Algunos de esos niños negros abandonan a mitad de camino. Muchos de ellos no pueden afrontar la transición de la escuela primaria a la secundaria y pasan al subempleo en el mercado laboral, porque su familia no puede hacer frente a un miembro no productivo que necesita comida, ropa, medicinas y cosas por el estilo.
El mundo invisible en su crueldad inicia la formación de un ejército de mano de obra disponible que permite al capital ofrecer bajos salarios en sus corporaciones económicas a una masa de desempleados que sueñan con un lugar en el mercado laboral, o un lugar bajo el sol como se dice. Una vez más, el mundo invisible se manifiesta en su cruel política generando una inmensa competencia entre los que no tienen nada, impidiendo así la sedición y fomentando la rebelión a través de un movimiento popular organizado por la justicia social y la igualdad. Con este sórdido mecanismo, el mundo invisible mantiene al "rebaño" ocupado en colocarse en el mercado laboral y no en luchar por mejores condiciones de vida o incluso de supervivencia.
El mundo invisible es muy activo en la vida escolar y académica de la población negra. En su pérfido refinamiento, prepara a los hijos de la burguesía blanca para ocupar espacios de poder en la sociedad. Las escuelas de élite son extremadamente caras y siempre han sido el principal obstáculo para que los jóvenes negros puedan acceder a una educación de calidad, que les garantice una posición destacada en el mercado laboral o el acceso a universidades públicas de calidad.
Al construir este muro invisible de acceso, el mundo invisible garantiza la perpetuación de su existencia, que es la existencia de la élite. Es la forma más sutil e inteligente de racismo que existe, porque induce a la sociedad en general a creer que los medios de acceso son justos, democráticos y meritocráticos.
El sistema que destruye la autoestima de los negros a través del mundo invisible comienza en los primeros cursos de la escuela, donde los niños negros reciben los peores insultos posibles, destruyendo su autoestima y generando un sentimiento de inferioridad que en muchos casos les acompañará el resto de sus vidas.
El sistema del mundo invisible es cruel en el entorno escolar. A pesar de los tímidos esfuerzos, nada puede detener la fuerza de su proyecto. La formación del profesorado debe invertir lúcidamente en la deconstrucción del racismo, en la Alfabetización Racial y en la descolonización eurocéntrica arraigada en nuestra sociedad. La cultura no es sólo la construcción de acontecimientos y espectáculos. La cultura es la forma en que vive un pueblo, sus legados, su ascendencia, sus costumbres, su constitución como nación. Como resultado de una formación incompleta en la matriz étnica brasileña, el profesorado de las instituciones educativas generalmente repite al unísono y difunde los valores tradicionales de la sociedad aristocrática burguesa, causando así daños irreparables en la formación y el desarrollo de sus alumnos, sean blancos o negros.
Los jóvenes negros crecen intentando superar el racismo que puebla su vida cotidiana. Cuando traspasan la barrera de la infancia y entran en la preadolescencia, entran en contacto con el mayor dolor que pueden sentir como seres humanos, que es el rechazo del amor de un enamorado. Envueltas en las tramas del mundo invisible, no se dan cuenta de que el color, la melanina, la epidermis, serán a partir de entonces un factor decisivo en sus relaciones afectivas. Las chicas están encantadas y se enamoran del chico rubio, de ojos azules, con mayor poder adquisitivo y una familia económicamente estable. En muchos casos son animadas por sus padres a probar una relación afectiva con chicos con estos atributos. Los jóvenes negros no son la opción preferida de las chicas blancas y, como han sido educados con un adoctrinamiento eurocéntrico, empiezan a desear a las chicas blancas en detrimento de las chicas negras de la escuela o de la comunidad. Así que el mundo invisible se vuelve aún más poderoso, porque hace que las personas negras se rechacen a sí mismas rechazando a otras personas negras y queriendo experimentar la imposibilidad de una relación emocional con una persona que es diferente a su etnia. Una persona negra a la que, en ciertos aspectos, repudian. Por otra parte, las chicas negras sufren el racismo de diferentes grupos étnicos y, tristemente, de sus iguales. Esto crea un trastorno en la comprensión emocional de estas personas tan jóvenes que ya tienen que gestionar el dolor del rechazo por sus características étnicas. Una etapa más superada por el mundo invisible, donde masacra la autoestima y la fuerza de representación de la juventud negra. Entonces, en muchos casos, se produce el peor sentimiento: sentirse feos por ser negros e incluso rechazar a sus padres por ser negros. Rechazan su pelo rizado, su piel negra, su estatus social, su comunidad y su cultura, y empiezan a anhelar algo que nunca podrán conseguir, que es ser blancos. El resultado puede verse años después en matrimonios y relaciones maduras, donde siempre surgen chispas de las cenizas de la adolescencia y los amores platónicos.
Algunos de esos niños negros consiguen entrar en los cursos de enseñanza superior, donde el embudo de admisión es muy estrecho y son necesarios algunos mecanismos de discriminación positiva para garantizar la entrada de los negros en las universidades públicas, donde hay una lucha desigual por las plazas en sus cursos, todos ellos excelentes. El sistema de cuotas raciales ha garantizado un aumento significativo e histórico del número de jóvenes negros en las universidades públicas. Sin embargo, la burguesía sigue manteniendo algunos nichos intactos para sí misma, como los cursos de medicina, ingeniería, derecho y administración, por ejemplo. La mayoría de los negros optan por las ciencias sociales, donde la competencia no es tan feroz y pueden convivir pacíficamente con un grupo étnico más diverso y menos excluyente.
El mundo invisible sigue operando intensamente en las universidades. En primer lugar, selecciona candidatos de universidades de excelencia con coeficientes de rendimiento muy elevados para los mejores puestos. Luego empiezan a exigir otras competencias, como el dominio de idiomas, diversas habilidades específicas y redes de contactos probadas. Al final, dan prioridad a los títulos de postgrado de universidades extranjeras del hemisferio norte, imposibilitando así que un joven pobre y negro de clase baja consiga un empleo en una empresa puntera.
Los licenciados universitarios negros lucharán valientemente por un lugar en el mercado laboral, que siempre dará prioridad al fenotipo masculino caucásico. Muchos de estos titulados universitarios negros, al darse cuenta de la realidad del mundo invisible, se verán obligados a asumir la etiqueta de "emprendedores", lo que significa utilizar sus conocimientos adquiridos con tanto esfuerzo y su inmenso sacrificio en actividades no remuneradas, en las que su producción les garantizará un medio de vida. El mundo invisible también opera a nivel gubernamental y ha creado el SEBRAE, que no es más que una válvula de escape para la olla a presión que es la alta tasa de desempleo del país. La ilusión de emprender en un país de miserables es la visión más cruda del fracaso de un proyecto nacional estructural.
Los indicadores de la población negra en relación con el mercado laboral son aterradores. Según el IBGE, en el primer trimestre de 2022, el 43,3% de las mujeres negras empleadas tenían trabajos informales, mientras que la tasa para las mujeres blancas era del 32,7%. Según la investigadora Janaína Feijó, que utilizó microdatos del PNADC/IBGE, hay cerca de 48,8 millones de mujeres negras trabajando, pero sólo el 41% de ellas consigue encontrar un lugar en el mercado laboral, ya sea buscando trabajo o haciendo algo.
La vieja cantilena del racismo estructural de que todo el mundo es de raza humana y que el mérito definirá el destino de una persona se desmorona cuando profundizamos en los indicadores raciales de la población brasileña. Karl Marx definió la lucha de clases como uno de los fenómenos más importantes de la historia. La lucha de clases define el ambiente en el que los seres humanos desarrollarán sus capacidades. La población negra ha ocupado históricamente los territorios más degradados, racializados ambientalmente y dañados logísticamente. Las comunidades periféricas donde vive la población negra son como campos de concentración contemporáneos, vigilados legalmente por el Estado, que envía diariamente sus aparatos de represión para una guerra sin fin, sin perdedores ni vencedores, que sólo sirve para para mantener a la población como rehén y acorralada por la violencia. Los niños de estos territorios ven destrozados sus universos lúdicos por las metralletas de la represión o el narcotráfico. Cómo se puede esperar que vayan bien a la escuela si dos horas antes de ir a clase estos niños están atrincherados bajo sus camas, protegiéndose de las balas perdidas de los tiroteos diarios entre la policía y los narcotraficantes.
Además de las condiciones ambientales profundamente adversas, ese niño siempre será comparado con los niños blancos de clase media. El racismo estructural, astuto y cobarde como siempre, construirá para siempre el discurso de la raza humana y de la meritocracia, como si el fracaso o el bajo rendimiento del niño o del joven negro fuera única y exclusivamente su responsabilidad. De esta forma, la cuota racial de prácticamente el 100% de todo lo que es bueno para los blancos está garantizada en Brasil desde el siglo XVI.
Finalmente, después de toda una vida de lucha, enfrentándose a mil molinos de viento, esa niña negra llena de sueños y alegrías llegará al final de su vida mutilada, cansada, dependiente de la medicina pública. Listas de asistencia para proyectos como Ticket Gás, Bolsa Família, Minha Casa Minha Vida, Luz na Escuridão, viendo a hijos y nietos depender de cuotas raciales, Prouni y Fies para alcanzar su sueño de la universidad. Y constata que la desigualdad continúa como antes, lo que tal vez sea un proyecto de las élites para poder continuar con sus privilegios.
Ese niño negro, ahora con canas en las sienes, mira hacia atrás y lo que puede aprender de su viaje es que los negros siempre estarán solos. Todo el esfuerzo realizado durante toda una vida de penurias y sufrimientos ha servido para promover a la burguesía blanca, que siempre trabajará por sus propios privilegios.
Ese negro de pelo gris se ha dado cuenta por fin de que nunca se sentará a la mesa principal del banquete. Siempre será el sirviente de cuello duro que espera las órdenes de los comensales. Recogerá las sobras que le tiren los comensales, como una limosna, como las sobras sin usar de la casa grande que nunca ha sido demolida en nuestra sociedad.
El balance es triste, pero se sigue suavizando en los círculos de samba de la comunidad, jugando a las cartas con los amigos, tomando una cerveza los domingos, paseando con los nietos, yendo a la iglesia, haciendo una barbacoa en la losa. Por increíble que parezca, los negros encuentran la fuerza en la adversidad para sonreír, cantar y bailar samba, en un notable ejemplo de resiliencia y esperanza. Por eso los niños negros nacen con esperanza. La misma esperanza que Cristo, que vivió en la pobreza pero llevaba la salvación en su corazón. Los niños negros cumplen la misma misión cuando nacen en un mundo en territorios negros. Son el mayor signo de esperanza que puede recibir una comunidad.
A pesar de todas las esperanzas y deseos, el movimiento ciclotímico del racismo estructural seguirá jugando a ser Dios, dictando y controlando destinos, hiriendo corazones y mentes, engañando y prometiendo el paraíso en la tierra a millones de hombres y mujeres negros esperanzados. El mundo invisible prometerá metas de prosperidad, hará brillar los ojos esperanzados del pueblo negro, del honesto pueblo negro que, desde 1532, ha sido engañado, humillado y explotado por un sistema económico monstruoso e insensible que convierte a los seres humanos en despojos de vida, aplastando y triturando sus destinos, sueños, esperanzas y futuros.
Ese niño negro se cansó de luchar y después de pasar por una vida profesional alimentada por el subempleo, donde lo que le ofrecían eran ventas de participaciones en pirámides financieras, planes de salud, ayudantes de obra, mecánicos, conductores, dependientes, repartidores, empleados domésticos, o los escalafones más bajos de la función pública, que es el último refugio de consuelo que pueden encontrar los negros antes de despedirse de esta vida.
Entonces llega por fin el momento de que ese niño que vino al mundo con tantas esperanzas se despida de la vida en una cama incómoda y sin intimidad en las salas superpobladas de los hospitales públicos.
Como no tiene plan funerario, será enterrado en un cementerio público abandonado en las afueras de la ciudad. Su cuerpo negro e inerte será introducido en una fosa poco profunda en un ataúd de tercera categoría, sin que suenen las campanas dedicadas a los bien nacidos.
*Amauri Queiroz es escritor.